lunes, 21 de diciembre de 2009

miércoles, 16 de diciembre de 2009

POSEE...IDO

Desde Copenhague, el jefe de Gobierno porteño se mostró inmune a la andanada de críticas que cuestionaron a Posse. Apeló al discurso PRO porque “buscamos soluciones no enganchándonos en dar debates con fantasmas del pasado”.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Designaciones PRO (otra que sale del casting de fachos)

El reemplazante de Mariano Narodowski en el Ministerio de Educación será el ex embajador Abel Posse, un hombre que realizó la mayor parte de su carrera diplomática durante la dictadura. Mauricio Macri le ofreció el cargo y el escritor aceptó.

Sectores del peronismo de derecha habían promocionado al escritor Abel Posse, antes de la asunción de Néstor Kirchner, como el canciller del nuevo gobierno. Sin embargo en esa interna pesaron algunos de los antecedentes del escritor en el plano político. Aunque suele comentar que fue designado en marzo del ’73 por el gobierno de Héctor Cámpora en el consulado argentino de Venecia, en realidad su designación provino de la dictadura del general Lanusse. Y en 1976 siguió en ese cargo gracias al respaldo de un primo almirante y del general Betti, que era el embajador de la dictadura en Italia. En 1981 asumió en el Centro de la Cultura en París, donde se desempeñó hasta 1985.

Durante el menemismo, Posse fue embajador en Perú, cuando lo gobernaba Fujimori, quien ha sido condenado por graves violaciones a los derechos humanos. Posse se extralimitó en la defensa de Fujimori y criticó a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, que había planteado las denuncias contra el mandatario peruano.

El inminente ministro de Educación de la ciudad de Buenos Aires también criticó duramente al abogado español Baltasar Garzón, que había abierto juicios contra represores argentinos que no eran juzgados en este país. La defensa de Posse le valió en ese momento los elogios de los sectores más cavernícolas y pro-dictadura. Aunque posa de moderado, en sus columnas de La Nación ha defendido a los represores de la dictadura y cuestionado los juicios contra los asesinos y torturadores. En la Cancillería se lo reconoce como misógino desde que solicitó un secretario administrativo “que no fuera mujer, por sus obvias limitaciones”.